Puntos de apoyo de la lidia

En el siglo III adC, Arquímedes explicó la ley de la palanca y dijo una frase que aún se cita a menudo: “Dadme un punto de apoyo y moveré el mundo”. Esta frase es de enorme trascendencia, pero no solo desde el punto de vista de la física, pues también se puede aplicar en sentido metafórico a la vida ordinaria, y desde un punto de vista filosófico nos enseñó cómo era posible mirar a la tierra y a sus habitantes desde el exterior, con una perspectiva que hasta entonces no se había contemplado.

El pasado mes de junio asistí a una corrida de toros en la plaza de Vistalegre de Madrid y durante la lidia me fui acordando  de Arquímedes y su famoso punto de apoyo. Veamos lo que observé.

Nada más situarse en la línea de salida para el paseíllo, los toreros tienen la costumbre de girar a ambos lados la parte delantera de uno de sus pies para asegurarse de de que el suelo está en un estado aceptable para el toreo. Buena costumbre, porque el suelo es el punto de apoyo general de todas las suertes que se van a practicar después. Este gesto tiene algo de rito y ayuda a calmar los nervios, pero es también una prueba sencilla y necesaria.

En la verónica las dos manos desempeñan papeles diferentes. Cuando se recibe al toro por el pitón derecho, la mano izquierda queda más o menos quieta en un punto del vientre mientras que la mano derecha es la que se mueve abriendo y guiando el capote para obligar al toro, embebiéndolo en la suerte y  enseñándolo a embestir templando su acometida. De esta forma la mano derecha es, digamos, la mano de la sabiduría, la mano del arte, pero necesita de la izquierda como punto de apoyo. Quizás sea en la posición de este punto de apoyo donde reside el estilo de cada torero. Curiosamente, en la media verónica la mano derecha viene a buscar a la que le sirvió de apoyo y hay que cerrar la serie. Si se recibe al toro por el pitón izquierdo las dos manos intercambian sus papeles. En otros pases con el capote también existe este reparto de papeles entre las dos manos del torero.

Tras el encuentro del toro con el caballo del picador el intercambio de fuerzas es enorme, el mayor de toda la lidia. Todas las reacciones de todas estas fuerzas terminan aplicándose al suelo, único punto de apoyo del toro y del caballo, al que se transmiten a través de las extremidades de ambos animales.  Normalmente se mantiene un estado de equilibrio, que solo se rompe si al toro le flaquean las manos y deja de empujar, o si el toro consigue  levantar el caballo y éste pierde el contacto con el suelo. 

El enorme riesgo de las banderillas es que hay que ponerlas desde la cara del toro salvando unos cuernos amenazantes que casi rozan el pecho del torero. Pero este gran peligro no es el único. El torero está en carrera, corre de lado,  tiene que girarse e, incluso, alzarse de puntillas, por lo que su contacto con su punto de apoyo, que es el suelo, queda sumamente debilitado. A esto hay que añadir que al clavar las banderillas hacia abajo la reacción que recibe el torero es hacia arriba y hacia atrás, que lo desequilibra y también lo despega del suelo. Por todo ello el riesgo global de la suerte aumenta considerablemente debido a la falta de un apoyo firme. Es el momento de acordarse de Arquímedes.

Arquímedes

Durante la faena de muleta el torero no cuenta con más puntos de apoyo que el suelo de la plaza, ya que la muleta se maneja casi siempre con una sola mano para poder templar mejor la embestida del toro. Precisamente en esta falta de apoyos, en este toreo “a pulso”, radica su gran mérito. En algunos pases, como los pases de castigo, se refuerza el apoyo del suelo hincando una rodilla en tierra. Los apoyos o ayudas con el estoque se hacen más bien por estética que por necesidad.  

Al entrar a matar se produce una situación muy singular. Para hacer humillar al toro y desviar los pitones de la línea de avance del torero, éste tiene que utilizar la muleta con la mano izquierda, por encima de la cual aparece su brazo derecho con el estoque en ristre hacia el morrillo del toro, como si el torero estuviera apoyado en la muleta. La muleta se convierte así en un punto de apoyo para realizar la suerte de matar, punto de apoyo que no es firme y estable pero absolutamente necesario. También aquí queda muy debilitado el apoyo del suelo para el torero debido a la fuerte reacción que recibe, por lo que la salida de esta suerte resulta a veces deslucida, lo que carece de importancia si el estoque está en su sitio.

Cuando un torero sufre una cogida queda completamente a merced del toro, que lo zarandea como si se tratara de un muñeco de trapo. El torero va y viene sin cesar de un cuerno a otro sin tener donde sujetarse, como si le faltara un punto de apoyo. Qué no daría un torero en esas condiciones por tener un punto de apoyo donde  agarrarse para intentar librarse del toro.

Para el toro su único punto de apoyo es el suelo, con el que se comunica por medio de sus extremidades. Así, cuando el toro flojea de manos pierde su punto de apoyo y en consecuencia su fuerza. Por eso el público lo rechaza.

Aunque las taurocatapsias de Tesalia son muy anteriores a Arquímedes nada hace suponer que éste tuviera conocimiento de aquellas. Sin embargo gracias a Arquímedes hemos podido añadir un toque técnico a la enorme riqueza de matices de todo tipo que se esconden en ese juego del hombre con el toro que dura ya cuarenta siglos.

Enrique Reina Reina
Ingeniero del ICAI, Investigador, Escritor