Como ya indicamos en la primera parte de este artículo, el Bos taurus brachyceros se asentó en las regiones de Navarra, Aragón, Castilla la Vieja y Castilla la Nueva, dando lugar a las Castas Navarra, Jijona, Raso del Portillo y Castrojanillo y Jiménez.

Por códigos asirios sabemos que el URO existió unos 1400 años a.de C., ya que en ellos se narran las cacerías del mismo, así como por las pinturas localizadas en gran parte de Europa, y de manera especial en España, Italia y Suiza.

Algunas pruebas de la existencia del URO en Europa las encontramos en el museo de Kensington, consistente en una cabeza con sus astas de un Bos primigenius, o las pinturas existentes en la Cueva del Venado de Alpera, donde aparecen dibujos de la forma más antigua de UROS de cuernos verticales, cuyo origen se remonta a Asia, o las pinturas rupestres de Altamira, en Santander, Cueva de Prado Navazo en la Sierra de Albarracín, o Cogul en la provincia de Lérida.

Quiero hacer referencia al laborioso estudio de los hermanos Lutz y Heinz Heck, quienes para demostrar su teoría sobre el origen del toro de lidia, y en base al toro francés de la región de la Camarga y el toro Corso, dada la similitud de sus esqueletos, la semejanza de sus capas, la agresividad y la forma y tamaño de sus cornamentas, lograron crear un toro, reconstruir lo que, para ellos era un URO, y defender las teorías indicadas con anterioridad. El resultado fue la aparición del denominado “URO recreado”, una raza grande, robusta, de largos cuernos y pelo negro o pardo, que se puede ver hoy día en distintos zoológicos del mundo. Muchas críticas recibieron al respecto. Varias de las supuestas características primitivas potenciadas por los Heck no eran tales en realidad, sino fruto de concepciones erróneas de los propios criadores.

Lo que sí está ratificado es que la última hembra de URO murió en el año 1627, en los bosques de Jakotorow de Polonia, donde fué confirmado un rebaño en el siglo XVII.

Pero, ¿Cómo se produjo la introducción en España?

El Bos primigenius, parece que llegó a España, procedente de Europa y África, originando las diferentes razas actuales, algunas de ellas incluso desaparecidas en los últimos años.

Al respecto del Bos brachyceros, habría que hacer una consideración, según tratadistas, entre el europeo y el africano.

El Bos brachyceros europeo, tras el periodo glacial en los Alpes, y atravesando Francia, llega a España, ubicándose preferentemente en el Sistema Pirenaico, y en las cimas de los Sistemas Central y Penibético, concentrándose en la Cornisa Cantábrica, donde supervive en las últimas etapas del terciario y primeras del cuaternario, dando lugar a las razas del pirineo, Asturias, Santander, León y Castilla la Vieja.

El Bos brachyceros africano, nos llega desde aquél continente, y se establece en los Sistemas Bético y Penibético, y, lo que en un principio era una capa rojiza, va degenerando hasta castaña, originando las razas de las campiñas andaluzas y la de lidia.

Pero, la siguiente pregunta que me viene a la mente es, ¿Cómo se fue formando la raza de lidia?

La formación inicial de la raza de lidia se basó, en un principio, en los toros bravos y feroces que existían dentro de las agrupaciones bovinas ibéricas.

La gran variedad de perfiles, capas y formas de los cuernos, señalan un origen múltiple, en el que intervinieron de forma fundamental, los criterios de comportamiento de cada ejemplar, y se dejaron a un lado las distintas características corporales que hubieran dado lugar a una población uniforme. Esta idea la colabora el hecho de que, en siglos pasados, los toros que se lidiaban en las distintas plazas españolas se clasificaban por las regiones de procedencia más que por el nombre de las ganaderías.

Es por ello, y parece lógico, el pensar que los ejemplares fueran elegidos en función del temperamento, independientemente de la raza a la que pertenecieran. Así, en la mitad norte de España, procederían del tronco Cantábrico (Tudanca o Asturiana de las Montañas), y en el centro y sur, del tronco ibérico (Morucha y Negra Andaluza). De la conjunción de todas ellas derivaría lo que hoy en día es el ganado de lidia.

Lo más probable pues es que la formación de la Raza de Lidia se encontrara, inicialmente, en los toros más feroces y bravos que existieran dentro de las diferentes agrupaciones bovinas ibéricas.

Los toros se tomaban de las vacadas que los tuvieran más fieros e indomables, comisionando a los carniceros como personas prácticas en el conocimiento de esta clase de ganado, para su apartado y selección.

A este respecto, existen muchos documentos que hacen referencia a la intervención del citado gremio.

Así, según información del Marqués de Piedras Albas en una ordenanza de la ciudad de Ávila de 1334, se disponía: “Mándanos a Don Samuel que dé un toro para que se pueda lidiar para estas fiestas de la conmemoración  primera que viene y si no lo quisiera dar rogamos y mandamos a Ximen Muñoz, alguacil, que lo prenda por cien maravedí e entrégueselos a Sáncho Pérez, carnicero, para comprar el dicho toro”

También existe noticia escrita de que en 1487, con motivo de la salida de misa de Isabel la Católica en Sevilla, se organizó una corrida de toros, “ocho de los cuales se tomaron al carnicero Juan Ruíz, pagándoselos a dos mil quinientos maravedí cada uno”

Igualmente, en Sevilla se organizó un festejo de toros con motivo de una visita de Carlos I en 1517, dictándose un acuerdo, ordenando “hablen a los carniceros de esta ciudad e concierten con ellos que los den que sean buenos”

En un documento sobre abastos de carnes en Vitigudino (Salamanca), de 11 de enero de 1555, se disponía la obligación del carnicero de dar buenos toros para correr e matar a contento de Consejos, etc.”

Hay constancia de que en ocasiones era en el propio matadero de la población donde se elegían entre las reses a sacrificar, los toros para la plaza.

Teodomiro Ramírez de Arellano refiere en sus “Paseos por Córdoba” (2ª edic. 1973 p.197), al respecto de la elección de las reses en la ciudad de Córdoba, “En el último tercio del siglo XVI dispuso la Ciudad hacer funciones de toros, encargando de su dirección a D. Diego de los Ríos, el cuál entre otros preparativos, invitó a sus amigos a que lo acompañasen al Matadero, con el fin de ver el ganado …”

“… llegaron a tiempo que un toro negro muy bravo derribara a un diestro, y queriendo aquel evitar mayores males se lanzó sobre el animal con su caballo, dándole un gran palo en la testuz, lo que lejos de intimidarle arremetió el bicho entrándole el cuerno por cerca del tobillo derecho rasgándole hasta la mitad del muslo. A resultas de esta grave herida murió D. Diego dos días después”

Algunas vacadas comunales tenían fama de contar con reses de fiereza y bravura: “… los más feroces y bravos son los que se crían en las riberas del Xarama y Tajo, y así, al muy bravo se le suele llamar Xarameño … (Jerónimo de la Huerta. Comentarios de la Historia Natural de Pleno 1593). Y continúa, “… en Galicia se crían menores y de menor brío; en Extremadura son de grandísimo cuerpo y de grandes y retorcidos cuernos; es su color claro y su fuerza grande”

Pero, es hacia 1750 cuando comienzan a conocerse documentalmente los nombres de criadores de reses de lidia cuyas ganaderías, afamadas de su época, son consideradas hoy como fundacionales ya que son de las que se conocen sus métodos de cría y selección empleados, y la sucesión de sus hierros hasta nuestros días:

En Navarra: Antonio Lecumberri (1750)

En Castilla: Ganadería de Raso del Portillo (1776)

En La Mancha: La familia Jijón (1776)

En Andalucía, y más concretamente en Utrera: Cabrera (1740), Vázquez (1755) y Vistahermosa (1765).

Casi todos los criadores pertenecen a la nobleza y a la iglesia. Muchos de ellos son miembros de las Reales Maestranzas de Caballería, las cuales cuentan con plazas creadas para el rejoneo, alanceo y demás ejercicios ecuestres de caballeros.

Y será precisamente en esos cosos, sobre todo en las plazas de Ronda y Sevilla, donde se geste una nueva tauromaquia, eminentemente popular, que inventan a pie inmortales matadores como Pedro Romero, Pepe Hillo o Costillares.