Para el caso particular de la percepción de la Corrida como conjunto artístico a comprender desde un punto de vista objetivo ocurre algo similar, por paralelo, a lo explicado respecto a la interpretación del supuesto estado de “dolor” del toro bravo.

Para juzgar con objetividad el comportamiento del toro durante la lidia, ha de intervenir el Sentido biológico, apartando las pretensiones personales que muchas veces se movilizan intempestivamente para juzgar una situación, la de la Corrida que, por desconocida en su esencialidad, un dictamen subjetivo no sería lo coherente.

El dolor en el toro es supuesto

El dolor con su gran carga motiva pertenece al dominio cerebral, a la zona cortical de las personas. En el animal de ataque parecido estímulo es sensación para el reflejo.

Pues se sabe, por el conocimiento biológico periférico, aludido anteriormente, como criterio de proximidad válido para esta sensación, que es imposible conocer lo que ocurre tras la piel del animal, un ser manifiestamente distante a cualquier efecto, distanciadísimo a efectos cerebrales. Es esta una muy sencilla pero radical conclusión que se deduce espontáneamente cuando ha intervenido, como corresponde, el Sentido biológico en este concreto caso. (Una de las variadas situaciones que pueden presentarse como casos imposibles de extrapolar en paralelo del sensorio humano al sensorio animal, motivo por el cual se ha incluido más adelante, en la redacción correspondiente, el término “sentimentalidad”, concepto distinto, representativo de un pretendido sentimiento).

Es por aplicación del criterio biológico por el que se dictamina en el epígrafeEl germen antitaurino” como causa errónea, como causa negativa, la atribución de dolor en la Corrida, “una deriva del pensamiento”.

El dolor, la controvertida sensación

En lo que concierne a la actitud antitaurina que reiteradamente hace hincapié en el sufrimiento del toro, en el dolor que supuestamente se le infringe durante la Corrida cabe como ilustración sobre la generalidad e incertidumbre del tema, conocer lo siguiente sobre la posibilidad de dolor en humanos: Existe en neurología como alteración orgánica    síntomas paradójicos: Estímulo de dolor sin respuesta de dolor y sensación de dolor sin estímulo doloroso.

Dentro del conjunto que representa el citado conocimiento periférico, como polígono de circunstancias alrededor del dolor humano, para su variación frente a un mismo estímulo con más o menos frecuencia, formando parte en uno de sus lados, un grado variable de sensibilidad (49) a la estimulación   mecánica o térmica. Episodio que podría, en determinados casos, llegar hasta la Alodinia: Aparición de dolor sin causa externa, lo que significa que existe una “labilidad sensorial” individual.

En el caso de la lidia, en el toro, ocurre como se verá más adelante, que el efecto inflamatorio muscular, precisamente el factor desencadenante del dolor en la  herida que causa la puya del picador, no se produce en el breve tiempo de la Corrida, y ocurre además que el componente mental, el emotivo, imprescindible para poder imaginar como tal la sensación de dolor  es inexistente por carecer el animal de la necesaria estructuración cortical del cerebro y de sus improntas.

Se configura pues sobre el supuesto dolor del toro durante la Corrida todo un cuadro de interrogantes que se resuelve con demasiada incertidumbre para el no versado en los temas biológicos. Por tanto éste, de la sensación animal, como cuestión biológica es uno de ellos.

Crítica a la analítica

Como especulación se podría argumentar, se cree sin ningún fundamento, insistiendo en la pretensión de dolor que las tasas analíticas, de una o varias hormonas aunque consideradas en el laboratorio “normales” sin embargo no lo sean para el organismo del toro (durante la Corrida) y sí fuesen propias de dolor o sufrimiento.

No es preciso, no es razonable, continuar esta suposición.

De un lado ocurre que los actualmente bien investigados parámetros hormonales indicativos del estado fisiológico (neurofisiológico) del toro bravo durante la lidia, sus tasas en sangre, se interpretan correctas, mejor dicho, “humanamente correctas”.

De otro, debe decirse con rotundidad que no hacen falta tales constataciones hormonales a la vista de lo que ocurre en el Tercio de varas como realidad visible del no dolor. Entonces, el conjunto analítico es prescindible, porque además, la significación de las tasas hormonales, en los valores determinados, es presuntiva solo en humanos donde, como es sabido, existe el componente mental correlacionado. Por tanto, no son extrapolables a otros casos como el que nos ocupa por un hecho simple: la naturaleza de la especie animal.  

Sí es por doble motivo concluyente una determinación analítica: La tasa adrenalínica que alta como ocurre en la lidia, es resolutiva al actuar como agente indoloro, incuestionable, como se verá con todo detalle, más adelante.

Por lo técnicamente referido y a la vista del comportamiento del toro en el Tercio de varas, la prueba Ad óculos, debe ser el silencio antitaurino prudente actitud ante el tema del dolor.

Es característica fenotípica del toro bravo, la inmunidad al dolor.