“No sabemos donde nos espera la muerte. El hombre que ha aprendido a morir ha desaprendido a ser esclavo” (Montaigne).
¿Es la muerte el principal motivo de rechazo que sufre la Tauromaquia? ¿Cómo poder explicar la cuestión de la muerte de una manera lúcida, serena y sin acritud? ¿Estamos ante una sociedad con una enorme capacidad de captación de información, pero más perezosa para reflexionar y meditar sobre cuestiones trascendentales?
En los tiempos en los que nos ha tocado vivir, contemplar a la muerte cara a cara, es un ejercicio de madurez emocional que no estamos ni dispuestos, ni preparados, ni educados para acometer. La sed de sobrevivir nos impide vivir y gozar plenamente el presente. Solemos adoptar dos actitudes hacia la muerte, la de considerarla como algo de lo que debemos alejarnos y por tanto no pensar en ello porque nos altera y perturba; y la de tratarla de forma frívola como algo que llegará y se resolverá por sí sola. La decadente espiritualidad y la creencia en el más allá (en la que nos encontramos como sociedad), genera un sentimiento de latente egoísmo, donde lo importante es la felicidad del aquí y ahora. La mayoría de las personas empiezan a apreciar realmente la vida cuando se encuentran cerca de la muerte. Esta cercanía de la muerte está muy presente en el torero y es lo que hace de ellos sujetos fuera de contexto, de ahí el que persigan y vivan emociones intensas y renieguen de la rutina. El encuentro concertado con la muerte les produce un auténtico despertar que acarrea una transformación en la disposición de afrontar las distintas circunstancias de vida. Creceríamos como sociedad si no sólo aprendiéramos a vivir hedonistamente, sino también a cambiar nuestra actitud y comprender las claves emocionales y existenciales de nuestra existencia.
Diego Urdiales inmerso en una catarsis emocional de plena conciencia.
Alegóricamente, esta representación descarnada representada por la exposición vital del torero y la entrega del toro, tan cerca y tan lejos de nosotros en la plaza de toros, exige un ejercicio de madurez de compleja comprensión y más difícil explicación. Como vemos en la imagen, Urdiales toma plena conciencia de la realidad y mediante el trance catártico, libera sus emociones pasionales de satisfacción ante la cercanía de la obra soñada, y experimenta el duelo por la pérdida de relación afectiva con el toro bravo muerto sobre el albero con el que ha creado un vínculo de pasión muy personal.
No cabe hablar aquí de muerte en el sentido literal de la palabra, sino de sacrificio ya que existe una práctica ritualizada. De todos los espectáculos actuales, la corrida de toros es el más obsesivamente ritualizado, desde el arquetipado paseíllo hasta el arrastre del animal. La corrida de toros es incuestionablemente un rito y lo que vincula el rito con el sacrificio es su finalidad, que no es otra que la muerte del toro bravo. Aceptar y acomodar estas premisas en nuestra conciencia, precisa de un firme ejercicio reflexivo y contar con personas inquietas mentalmente.
Constantemente observamos a nuestro alrededor a personas que destacan por la escasa tolerancia a la frustración cuando no reciben una gratificación inmediata. Esta circunstancia no solamente achacable a los jóvenes se manifiesta en muchas áreas: la educación, lo laboral, las relaciones interpersonales, etc. En el caso de los jóvenes, muchos de ellos dominan las nuevas tecnologías, y tienen estudios superiores, masteres, formación específica en asuntos concretos y experiencias diversas, pero carecen de conocimientos y formación para reflexionar sobre este vínculo vida-muerte.
Actitud, prejuicios y educación ante la muerte: como afrontar la muerte desde unas edades tan tempranas.
La práctica taurina como ejercicio profesional o tendente a la formación de profesionales taurinos, genera sujetos con significativa fortaleza mental. Estos sujetos se enfrentan progresivamente a situaciones adversas que les obligan a salir de la “zona de confort”, acostumbrándoles a tolerar lo que no les gusta y a perseverar obsesivamente y en algunos casos irracionalmente para conseguir sus objetivos, centrándose especialmente en lo que depende de ellos. Concretamente, a los alumnos de escuela de Tauromaquia se les programan actividades y se les expone de manera natural y progresiva a situaciones adversas de distinto tipo; es aquí donde los adultos juegan un papel fundamental en el desarrollo de su personalidad.
El mayor problema que dificulta el aprovechamiento de la adversidad para el fortalecimiento mental es la “sobreprotección” a nuestros hijos. Asistimos hoy en día, a una sobreprotección de los jóvenes en numerosas facetas: se trata de facilitarles la vida sin exigirles demasiado esfuerzo, de solucionarles cualquier dificultad por la vía rápida, de darles todo (o casi todo) lo que desean con la mayor inmediatez y sin valorar si se lo han ganado, de evitar cualquier tipo de contrariedad o sufrimiento. También, a veces, se trata de no enfrentarse a los hijos, bien por pereza, bien porque les resulta desagradable o porque prefieren dedicar el tiempo a otra cosa. Es mucho más cómodo dejarles hacer lo que les apetece. ¿Das la lata? Pues aquí tienes un Ipad para que me dejes en paz. ¿No quieres ir a entrenar? Pues no vayas.
Todo este tipo de actitudes chocan frontalmente con un reducto social que no optan por la vía fácil ya que permiten que sus hijos tengan que exponerse y enfrentarse conscientemente a una actividad incomprendida y en algunos casos rechazada, que les insta y apoya a madurar exponencialmente y a entender en que consiste ese “rito sacrificial”, así como a realizar un ejercicio de absoluta libertad y romanticismo como es aceptar sin acritud “su destino”.
Por lo tanto, la función que ejerce la muerte como principal protagonista del rito, necesita de un ejercicio educativo y de apertura mental, que como sociedad debemos acometer para entender la esencia taurina. “Los hombres vienen y van, y sin embargo de la muerte ninguna palabra” (Montaigne), incitemos a la reflexión, mostremos y hablemos por tanto de los beneficios que aporta vivir la vida en plenitud como vive el torero aceptando serenamente la muerte como compañera de su camino. Esta práctica reflexiva de muerte es un ejercicio de RESPETO Y DE VALORAR LA VIDA POR ENCIMA DE TODO, y ese es un acto propio de valientes exploradores de felicidad.
David Guillén Corchado.
Doctor en Psicología.
Integrante Tauromaquias Integradas.

Totalmente de acuerdo con todo lo que se dice en el artículo “Tauromaquia, Muerte y Plenitud de vida”. En lo que a los hijos me corresponde como padre que soy y es total la sobreprotección que hacemos para con ellos. Quizá porque queremos evitarles ciertas penurias y esfuerzos que nosotros tuvimos que hacer.
En lo que a los toreros se refiere podría contar una anécdota que corrobora totalmente lo que aquí se dice. En mi juventud y un poco más adelante fui árbitro de fútbol, aunque mi profesión es la de periodista, la que he ejercido en Radio Intercontinental de Madrid, TVE , RNE y EUROSPORT; pero aunque principalmente me he dedicado a la información general y al mundo del deporte, mi afición taurina ha hecho que siempre que he podido he hecho incursiones en la información taurina la que ahora también ejerzo de forma continuada como colaborador del portal “Toros en el Mundo.com” y en el programa taurino “Tendido 33” en una televisión local de Madrid. Pues bien, debido a ese acercamiento periodístico y de amistad con los toreros he convivido y convivo bastante con ellos y en su momento y aprovechando que como he dicho había sido árbitro siempre que se organizaba un partido de fútbol en el que tomaban parte toreros, estos me llamaban para que les arbitrase y siempre y posteriormente al encuentro teníamos una comida en la que en ella y en su sobremesa era una gozada estar y compartir con los toreros esas horas, horas de plenitud como bien se apunta en el artículo; por lo que en una de las ocasiones le dije al torero y buen amigo José Pedro Prados “El Fundi” que daba gusto estar con ellos por su alegría y forma de disfrutar todos los momentos y él me contestó que durante bastantes meses del año llevaban constantemente a su lado una compañera tanto en los viajes como en las plazas, que era la muerte por lo que cuando estaban relajados , sin viajes ni festejos sabían y eran conscientes que había que disfrutar y vivir la vida al trescientos por cien, al máximo. Esa es la peculiar y sabia forma de pensar y actuar.