“El error en la percepción de daño en la Corrida se debe a la actitud antropocéntrica que es irrefrenable para algunas personas: se enfrentará  siempre a  la resolución objetiva o científica de inmunidad al dolor que es característica en el toro de raza  brava.

Muy frecuentemente en los animales se confunde – al no tenerse  en cuenta la inexistencia del componente neurológico mental exclusivo de los humanos – el reflejo fisiológico, la característica zoológica ante cualquier estímulo, con dolor o sufrimiento (su continuidad). Se atribuiría a la Corrida, erróneamente, daño como consecuencia de una sentimentalidad subjetiva.

Entonces, para poder razonar con propiedad en el caso, se haría bien en conocer en profundidad o al menos básicamente, el significado fisiológico de esa genética antes de emitir un dictamen como veraz. De no ser así, sin conocimiento suficiente,  se incurre en una temeridad intelectual: la de presentar un parecer como juicio, máxime cuando, para el supuesto dolor del toro bravo en la Corrida, es evidente su ausencia: la “demostratio ad oculos” que representan sus continuadas embestidas. Es ilustrativo a este respecto lo que la sabiduría popular expresa del Tercio de Varas como “tribunal del supuesto dolor”: “Más empuja el toro bravo contra la puya menos se duele”.

La inexistencia del dolor en la raza brava, en el escaso tiempo de la Corrida, es un tema  científicamente resuelto”.