Toro bravo

Hace casi cien años, como quiera que los físicos no entendían bien la Física Cuántica, un grupo ellos propuso que eso era debido a que seguramente existían unas variables ocultas que desconocían, y que su descubrimiento aclararía para siempre las explicaciones que todos necesitaban. Esta teoría de la existencia de variables ocultas tuvo sus seguidores, pero finalmente fue desechada y las explicaciones tuvieron que buscarse por otros caminos.

En el toreo no ocurre lo mismo, pues el arte del toreo sí se puede interpretar como un arte de variables ocultas, o, quizás mejor, como un arte de esencias ocultas, cuyo descubrimiento tiene lugar durante una corrida de toros. El Toreo, actor principal de la corrida, es un arte cuya misión es ir desvelando durante la misma las esencias ocultas en sus protagonistas: toro, torero y público. El toreo consiste fundamentalmente en descubrir, en desvelar esencias, y en la medida en que esto se consigue la corrida será un éxito o un fracaso.

Seleccionar las esencias de cualquier cosa es una tarea difícil, porque las esencias suelen estar acompañadas de infinidad de propiedades que son puramente accidentales. En el caso de toros y toreros es muy fácil quedarse en lo anecdótico, en lo que no es esencial. La riqueza de una corrida de toros es tan grande y variada que puede cautivarnos a todos, pero por motivos distintos para cada uno. Es espectacular, pero no esencial, que un toro corniveleto levante la cabeza mirando al tendido, y es emocionante, pero no esencial, que la banda de música interprete el pasodoble España Cañí.

Cuando recién salido el toro a la plaza acude a la carrera al pico de un capote que asoma por un burladero, trota una y otra vez hacia el caballo del picador, o corre al encuentro del banderillero que lo cita, ahí sí encontramos esencias, esencias de bravura.

Verónica

En los primeros lances del torero, puede ocurrir que el toro se revuelva con fiereza tras las dos primeras verónicas cargando la suerte, y que, a continuación, el torero junte los pies para interpretar una navarra y esperar al toro por el lado contrario. Si esto ocurre de esta manera es posible que se oiga un olé seco, cerrado y rotundo. Se habrá producido un triple descubrir de esencias: esencias de bravura en el toro, esencias de toreo en el torero y esencias de sabiduría y emoción en el público.

El encuentro en banderillas también es descubridor de esencias. El juego de brazos del banderillero guiará la embestida del toro para que primero humille y luego levante la cabeza, única forma de realizar la suerte con técnica, riesgo y emoción. Si el toro lo hace así estará desvelando esencias de nobleza, esencias que también se pondrán de manifiesto en el toreo de muleta dándole suavidad a la embestida.

Durante el último tercio de la corrida es cuando se enlazan más pases entre sí, uno a continuación de otro, por lo que es absolutamente necesario que se sucedan con un cierto ritmo, lo cual solo se puede conseguir si el toro responde con prontitud a la muleta, sin demorarse entre un pase y el siguiente. Esta inmediatez en la respuesta desvela también una esencia importante del toro, la esencia de la casta. Pero la esencia de la casta no se puede desvelar si el torero no desvela la esencia de su técnica, pues la prontitud en la envestida se romperá si el torero no deja al toro en el sitio preciso a la salida de cada pase. Por lo tanto, la esencia de la técnica del torero resulta imprescindible para que el toro desvele con lucimiento la de su casta. Surge sí la conjunción armónica entre toro y torero y, entonces, el público desvelará la esencia de su conocimiento en la medida que entienda y valore esa armonización.

Chaquetilla

Finalmente, en la suerte de matar se desvela el valor del respeto del público, que sabe quedarse en silencio, y se desvela también la esencia del valor del torero, el valor entendido como dominio del miedo, de ese miedo que brotó en el hotel cuando empezó a vestirse. Ya sin fuerzas, el toro vuelve a desvelar su bravura siguiendo a la muleta que lo llama para que gire su cabeza hacia su izquierda. Decía Schiller que tenemos que vivir estéticamente. Parece que estuviera pensando en el toreo. Todo lo que ocurre en una plaza de toros es un desvelar de valores estéticos. El Paseíllo, que nos desvela los trajes nuevos de los toreros; la puerta de chiqueros que se abre desvelándonos la estampa de los toros saltando a la plaza; los timbales y los clarines que nos desvelan órdenes convertidas en notas musicales; la apertura de los capotes mostrándonos su hermoso color rosa intenso; y, sobre todo, la lidia, que nos va desvelando los distintos embroques de toros y toreros, todos ellos limpios, variados y bellísimos. Y como el arte nos despega de la realidad, la corrida de toros nos desvela también esa capa de misterio que envuelve las relaciones entre toro y torero.

Enrique Reina Reina
Ingeniero del ICAI, Investigador, Escritor